La labor consistía en construir una casa que sirviera de vivienda para una persona, pero que tuviera la capacidad de albergar durante los fines de semana a todos sus hijos con sus futuras familias, donde cada uno tuviera una habitación amplia con baño privado y terraza independiente.
De las casonas patrimoniales además se tomó su horizontalidad, la pureza de líneas y los ritmos generados en la repetición de volúmenes y pilares.
Se proyectaron tres muros de hormigón abiertos hacia el valle y entre ellos se construyó la vivienda, generando una serie de patios que organizan el espacio.
Se usaron más de diez tipos de distintos maderas nativas reutilizadas de una lechería destruida por el terremoto del 2010, de los túneles del tren que unía Los Andes con Mendoza, de una bodega de Valparaíso y un galpón en Valdivia.
El edificio está construido casi en su totalidad con maderas recicladas, excepto el forro interior que corresponde a tabla de pino de primer corte.
El proyecto se emplaza entre los faldeos de los cerros que rodean el Valle del Aconcagua, en un parque de 10 hectáreas.
Inspirado en las casas coloniales, este encargo fue llevado a cabo por los arquitectos Manuel Dorr y Pablo Schmidt.
Fotos: Marcos Zegers
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